TEIXEIRA. Anísio. La escuela brasilenã y la estabilidad social. La Educación. v.2, n.8, Oct./Dic. 1957. p.5-14.

La Escuela Brasileña
y la estabilidad social

Anisio Teixeira

La Educación es un proceso de estabilización social y, en forma secundaria, de ascenso social.

Debido a su misión formadora, Ia educación es una fuerza de estabilización, y por su poder de alentar a los más capaces a proseguir sus estudios, brinda oportunidades para el progreso individual y el ascenso social; siendo por tanto, también, una fuerza de renovación. Las dos funciones de Ia escuela - estabilidad y renovación - deben ser cumplidas sin perjudicarse entre sí. EI equilibrio entre ambas es una condición de buena salud social.

Tanto Ia enseñanza primaria, como Ia secundaria y Ia superior, están destinadas, primordialmente, a Ia transmisión de un nivel de cultura indispensable para Ia vida de los diferentes grupos sociales y, de este modo, a mantenerlos estables y eficientes. Sin embargo, como Ias clases en una democracia constituyen, un sistema abierto, con libre pase de una clase a otra, Ia escuela facilita la promoción de los más capaces. Pero, por más importante que sea esta función, es suplementaria y no fundamental de Ia escuela. Si Ia escuela dejara de realizar su función primordial de estabilizadora social, se constituiría en una de Ias causas de Ia inestabilidad de Ia misma sociedad.

Esto puede parecer casi reaccionario, pero no lo es. La educación escolar es una necesidad en nuestro tipo de civilización, porque no hay nivel de vida en que no Ia precisemos para hacer bien lo que, de cualquier modo, tenemos siempre que hacer. De este modo, su función es, primero, Ia de permitir vivir con eficiencia en nuestro nivel de vida y, únicamente en segundo lugar, Ia de permitirmos alcanzar un nuevo nivel si nuestra capacidad lo permite. Si toda Ia educación escolar buscara siempre una promoción social, Ia escuela se tornaría, en cierto modo un instrumento de desorden social, empobreciendo los niveles más modestos de vida y perturbando los niveles más altos, llevando a ellos elementos que, tal vez, no fueran muy aptos para los nuevos tipos de vida que Ia escuela les facilitó.

Palabras duras, pero tenemos que decirlas, pues los países poco desarrollados son los que más rápidamente se dejan perder por el espejismo de Ia educación como proceso exclusivo de promoción social. Y éste será, sin duda, el más grave defecto de nuestro sistema escolar. Haciéndose un simple sistema selectivo, Ia escuela, ayudada por el carácter democrático de nuestra población, se está constituyendo en un proceso de desorganización de Ia vida nacional, dejando Ias actividades fundamentales de Ia sociedad en manos de los que no se pueden educar, y promoviendo a todos los que logren cualquier éxito en sus cursos, más formales que eficientes, a condiciones de vida en Ias cuales no van a ser más productivos, sino más bien parásitos.

En el año 1925, Ia enseñanza brasileña comprendía una escuela primaria adecuadamente organizada, aunque de proporciones reducidas, a Ia que asistía, en su mayor parte, Ia pequeña clase media, seguida de una modesta enseñanza secundaria, predominantemente de organización privada, y de unas pocas escuelas superiores, oficiales y privadas. El Estado mantenía Ia enseñanza primaria; Ias escuelas modelos de enseñanza secundaria; Ias escuelas tecnico-profesionales, destinadas a la poca gente del pueblo que iba a Ia escuela primaria; y algunas escuelas superiores profesionales.

Para dar una idea de la proporción de esa enseñanza, bastará decir que las matrículas globales en el año 1927 eran: Enseñanza Primaria (para una población en edad escolar de 4.700,000), matrícula, 1.780,000 niños; Enseñanza Secundaria (para una población en edad escolar, de 4.350,000) matrícula, 52,500; Enseñanza Técnico-Profesional, matrícula, 42,000; Enseñanza Superior, matrícula, 12,500.

Como se ve, la educación escolar no penetraba profundamente en la masa popular; se caracterizaba, perfectamente, como una educación de élite - eufemismo que sirve para calificar el hecho de que Ia educación no llega a todos - sino únicamente a aquellos en buena posición econômica.

Al iniciarse este siglo, aunque el patriarcado rural se hallaba en disgregación, Ia nueva sociedad mercantil llamada a sucederle conservaba todavía los viejos moldes de Ia educación para Ias profesiones liberales, que en cierto modo satisfacía sus ambiciones, viciadas todavía del "victorianismo caboclo" del tiempo de Ias monarquía. En Ia década del 20, comienza una agitación política y social, que al final estalla en Ia revolución del 30, con Ia cual se inicia un período de renovación, caracterizado por el desarrollo industrial del país.

?Cómo se comportó durante ese período nuestro sistema educativo? ?Hasta qué punto se modificó para atender Ias nuevas necesidades del país? Estas han sido Ias preguntas que agitaron y continúan agitando el debate en torno a los problemas de Ia enseñanza brasileña.

Dos puntos podrán orientarnos en nuestro análisis: el carácter o naturaleza de Ia enseñanza necesaria para Ia sobreviviencia de Ia sociedad agraria-mercantil de antes del 30, y Ia reconstrucción de esa enseñanza para atender a los imperativos del nuevo estadio de Ia vida nacional, asegurándole estabilidad y progreso. Desearíamos probar que no basta expandir el sistema arcaico y ornamental de Ia enseñanza de antes del 20, sino reconstruirlo sobre nuevas bases, para atender, no ya a Ia sobrevivencia de una élite, sino a Ia formación de un pueblo en proceso de cambio.

?Qué hemos hecho, entretanto, hasta ahora? Preferentemente hemos expandido el sistema viejo de Ia educación, destinado a Ias formación de una élite profesional-liberal para Ia vida política y burocrática, y sólo accidentalmente, hemos atendido Ias exigencias de un nuevo tipo de vida de la nación.

Antes del 30, el sistema educacional de Ia élite era un sistema particular de enseñanza secundaria, de carácter académico, con veleidades de imitación del sistema frances de enseñanza, seguido en Ias grandes escuelas de profesiones liberales, en su mayoría públicas y gratuitas. Para el pueblo había una cierta cantidad de lugares en Ias escuelas primarias públicas, desde donde podían sus pocos alumnos dirigirse a Ias escuelas normales y técnico-profesionales, mantenidas, casi en su totalidad, por el poder público, y, por lo tanto, gratuitas. Con estas escuelas, por decirlo así, populares, el Estado quedaba en paz con su conciencia democrática, afectada por Ia gratuidad de Ia enseñanza superior.

AI entrar el país en su fase industrial, el renacimiento de esperanzas, que acompaña tales procesos de transformaciones, manifestó un interés profundo por Ia educación escolar, tornada indispensable ante Ias nuevas oportunidades de trabajo que se ofrecían, no sólo directamente, en virtud de nuevos tipos de trabajo industrial, sino sobre todo, por los nuevos servicios que el enriquecimiento público creaba, con el desarrollo industrial y urbano y el consiguiente crecimiento de Ia clase media.

EI país no estaba aún preparado para satisfacer esas necesidades educativas, pues el modesto sistema existente no se proponía resolver el problema de formación de los nuevos grupos provenientes del desarrollo industrial, sino darle un tinte profesional a los elementos que ya pertenecían a Ias clases superior y media, que encontraban en sus propias clases los estímulos y condiciones suficientes para su formación propiamente dicha.

Por esto mismo, Ia educación secundaria, y sobre todo Ia superior, fue una educación de tiempo parcial, atendida por profesores eminentes, en su mayoría con cultura general, lo que daba a Ias escuelas superiores un aire de academias de cultura del espíritu.

Tomada de improviso y sin los recursos necesarios para Ia nueva empresa educativa, Ia sociedad brasileña no se dio cuenta de que Ia alternativa, ante su negligencia, era Ia expansión del sistema existente a los nuevos grupos en ascenso social, que estaba destinado a sus reducidas clases media y superior; sistema satisfactorio, tal vez, para una sociedad estancada de la década del 20, pero, inadecuado para las nuevas condiciones sociales.

Tal sistema tiene a su favor, para una expansión inmediata Ia ventaja de ser un sistema de educación de bajo costo. No aspirando sino a Ia cultura general o teórica, de enunciación verbal de problemas y soluciones, tal educación se puede hacer por medio del profesor y del libro. A Ia ventaja del bajo costo se agrega Ia de poseer el sistema el gran aliciente de "clasificar" socialmente a los alumnos, dándoles aquello que más seduce en Ia educación, que es Ia capacidad de consumir más de lo que se produce.

EI llamado sistema de educación de élite, que comprendía Ia enseñanza secundaria de carácter preparatorio para Ia superior, y Ia enseñanza superior gratuita, se expandió fuera de toda previsión, y el sistema popular, que comprendía Ia enseñanza primaria y Ia técnica, no solamente no se expandió en Ia misma proporción, sino que se convirtió en propedéutico respecto de Ia enseñanza superior, meta final a Ia que todos aspiran, sin conciencia de lo que cuesta esa educación, cuando deja de ser de cultura general para ser, como es necesario que sea, de cultura especializada y profunda.

La sociedad brasileña de principios de este siglo pudo darse el lujo de una escuela superior gratuita, para su diminuta clase ociosa; gratuita en apariencia, pues limitada a unos grandes centros urbanos, obligaba a Ias familias a separarse de sus hijos, mandándolos a Ias pocas ciudades que tenían esta enseñanza superior. Pero, Ia nueva sociedad brasileña sólo podía hacer tal cosa con sacrificio de sus deberes para con Ia educación efectiva y general del pueblo. Este sacrificio se hizo.

EI país gasta actualmente algo más de 14 billones de cruceros en su sistema educacional (1956) . Este sistema escolar atiende cerca de 5 millones de niños en Ia enseñanza primaria, de los cuales llegan a un nivel equivalente al cuarto grado o año escolar, sólo poco más de 450,000 niños. EI déficit de esa enseñanza - aceptando que bastase el mínimo de cuatro años de estudios - es de más de 1.200,000 niños, que también deberían llêgar al cuarto grado y que dejan Ia escuela sin el correspondiente aprovechamiento. Pues bien: con esa deficiente escuela primaria, destinada a 5 millones de alumnos, gasta Ias nación casi 6 billones de cruceros, es decir 1,200 cruceros por cada niño.

La enseñanza media - primer y segundo ciclos - atiende cerca de 80,000 adolescentes, y gasta 4,300 millones de cruceros, o sea un promedio de 5,300 cruceros por alumno. La enseñanza superior atiende cerca de 70.000 estudiantes y gasta 3,700 millones de cruceros, con un costo medio anual por alumno de 52,000 cruceros.

Estudios recientes efectuados por Ia "Campaña Nacional de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior" (CAPES) y por el Banco de Desenvolvimiento Económico, revelan que existe una tendencia a destinar los recursos públicos para los dos niveles de enseñanza más altos, con sacrificio de Ia enseñanza primaria y de Ia preparación popular.

En los gastos globales para Ia enseñanza en todo el país, Ia cuota para Ia enseñanza elemental era en 1948 de 60.3% y en 1956 llega a ser apenas 43.2%. Los gastos para Ia enseñanza media subieron del 27.3% en 1948 a 30.8% en 1956. En Ia enseñanza superior el ascenso es más espectacular: va del 12.4% al 26%, en igual período, o sea más del doble en ocho años.

Esto demuestra una exacerbada tendencia de Ia clase superior del país, de educarse a costa del tesoro público. Con el crecimiento de Ia clase media, ésta también busca obtener del Estado recursos, no sólo para conservar su status social, sino también para poder ascender gratuitamente al nivel de la clase media superior, creadora del mal ejemplo de educarse a costa del Estado.

Lo que está aconteciendo no es solamente perjudicial a la nación, porque le quita recursos para la educación del pueblo, sino porque así se deforma al espíritu de la educación brasileña, que se manifesta con un ritualismo más aparente que real, puesto que no aspira a preparar a los alumnos sino a titularlos y diplomarlos para su nuevo status social.

?No era esto lo que hacía la educación durante la vieja sociedad estabilizada de antes del 30? ?Por qué no há de continuar haciéndose lo mismo com la nueva sociedad flúida y dinámica de una nación en expansión industrial?

Hay que observar, en efecto, que en el siglo XIX y principios del XX los Estados Unidos y, en menor escala el Brasil, progresaron com la inmigración de gentes educadas, que se encargaban de producir, dejando a las clases medías y superiores nativas las ventajas del consumo de la riqueza producida. En cuanto ésto fuese posible, no sería del todo desastrosa una educación de formación del consumidor que es, al fin de cuentas, una educación del tipo de las que estamos examinando.

Pero alteradas tales condiciones, y siendo prácticamente imposible la inmigración de gente preparada para la etapa industrial, tenemos que producirla aquí, y este tipo de educación no se hace en escuelas de educación formalística, sino en escuelas que preparen de verdad para las muy diversas formas de trabajo intelectual y técnico que caracterizan la civilización industrial.

Toda sociedad tiene sus procesos instintivos de defensa y de conservación. El Brasil, como país agrario y pobre, había desarrollado un sistema de educación ingenioso para la sobrevivencia de sus clases altas. Con la decadencia del latifundio, las puertas que se abrían a las familias empobrecidas eran las de la educación para la burocracia del Estado, la política y las profesiones liberales. Un sistema público, universal y gratuito de educación no convenía, pues abriría Ias puertas a una posible desintegración de los grupos sociales. Una escuela pública primaria gratuita, pero poco accesible, con espíritu marcadamente de clase media, podía servir a Ias clases populares, sin incitarlas demasiado a Ias conquista de otros grados de educación. Como válvula de seguridad, Ias escuelas normales y técnico-profesionales se abrirían a continuación de esos estudios para los más capaces. En el nivel medio, pues, se crearían dos tipos de escuelas: Ia secundaria o propedéutica a los estudios superiores, a cargo de escuelas particulares pagadas, para Ias clases con recursos suficientes para costear, en ese nivel, Ia educación de sus hijos; y Ia escuela normal y Ia técnico-profesional, en número reducido, para el pueblo. Creados estos impedimentos para el acceso a Ia enseñanza superior, daba lo mismo que fuera pública y gratuita. Y fue lo que se hizo; quedando de este modo asegurado a las clases dominantes - en parte ya empobrecidas - la oportunidad de dar a sus hijos la educación necesaria para las carreras burocráticas y liberales; mediante lo cual las familias distinguidas brasileñas esperaban superar las dificultades provenientes de su separación de la clase agraria.

Tuvimos, así: Ia enseñanza primaria gratuita, pero, para pocos; Ia enseñanza secundaria pagada, para servir de estrangulamiento a cualquier rápido deseo generalizado de ascención social; y Ia enseñanza superior gratuita, para los hijos de "pobres vergonzantes," en lo que se transformó Ia élite rural del país. Con ese sistema se aseguró Ia estabilidad social y se inició Ia marcha hacia Ia sociedad de "funcionarios y doctores," que sucede a nuestro patriarcado rural.

EI instinto de defensa de Ia sociedad no quedó completamente tranquilo con ese sistema. La gratuidad de Ia enseñanza superior ofrecía siempre algún peligro. No era, entonces, del todo malo que tal enseñanza no se esforzase demasiado en ser eficiente. Los que Ia recibían eran pricipalmente hiios de familias distinguidas, que se educaban en sus hogares, pudiendo suplir Ias posibles deficiencias de Ia educación escolar con Ia adquisición de buenos libros, algún viaje de estudios o de perfeccionamiento en el extranjero, o cursando allí una carrera.

No solamente una posible seriedad de esos cursos superiores gratuitos hubiera podido ser un obstáculo para los hijos poco inteligentes de nuestras familias distinguidas, sino que hubiera podido crear rivales demasiado poderosos en Ia poca gente del pueblo que, debido a Ia gratuidad, acabarían por ingresar en Ia enseñanza superior, como de hecho y cada vez más, llegaron a ingresar.

Tal vez sea demasiado elaborada esa interpretación. Pero Ia expongo, pues creo que es necesario encontrar una explicación para el carácter extremadamente ineficaz de nuestra enseñanza superior, hasta hace muy poco. La idea que aquí lanzo es que Ia ineficacia sería moderadora de Ia gratuidad, lamentablemente necesaria, debido a Ias pobreza de Ia clase dirigente, pero reconocida, o instintivamente presentida como arriesgada, por Ia sociedad medrosa y estacionaria que surge con Ia emancipación de los esclavos.

Este modesto sistema de seguridad educacional, mantenido en buen funcionamiento hasta el 30, fue, desde entonces, tomado por asalto por Ias clases en ascención social y transformado en el tumultuoso campamento educacional de nuestros días.

Organizado con el propósito de atender a Ia vacilante estabilidad social anterior al 30, atiende ahora, con expansión desordenada, a una demagogia educacional, formando en el nivel superior tandas cada vez más numerosas de diplomados de dudosa preparación, que pasan a engrosar Ias filas de candidatos a los empleos públicos, lo que obliga al Estado, como patrono casi exclusivo de esa masa de seudo-educados, a ampliar cada vez más su burocracia.

La vieja república de "funcionarios y doctores" estaba lejos de suponer que su ingenioso sistema educativo produciría, con Ia rotura de los frenos tan bien imaginados, Ia disolución del sistema, debido a lo cual se van multiplicando los establecimientos de enseñanza superior gratuitos, a fin de poder acoger a todos los que logren vencer Ia barrera, cada vez más débil, de Ia enseñanza media en general, y no solamente de Ia secundaria.

Luego de asegurar Ia sobrevivência de Ia élite tradicional, Ia enseñanza superior gratuita está sirviendo para forjar una falsa élite diplomada y para aumentar en forma peligrosa Ia inflación burocrática del país.

Hacemos esta advertencia, que encierra otras implícitas, al no poder defender, ante Ia parte ilustrada de Ia nación, Ia necesidad le proporcionar recursos abundantes para Ia educación. Si ésta se usa para preparar elementos improductivos o medianamente productivos, aumentando los gastos inútiles de Ia nación y restándole recursos a Ias fuerzas de produción, ?por qué Ia sociedad ha de esforzarse en costearla?

Cabe ahora decir que, al contrario de Ia educación para el consumo, de una clase ya rica que necesita de Ia escuela para mantener su status social y aprender a gastar, con placer, su fortuna, y consumir con "espíritu" su vida, Ia educación para Ia producción no puede ser ni barata ni tampoco ineficaz.

No quiero decir que toda Ia educación para el ocio sea barata e ineficaz, pues esta educación puede ser costosa y aún costosísima. Reconozco, no obstante, que se piense que siendo una educación para el ocio, Ia ineficacia puede no ser castigada duramente, pues el educando ya se sustenta o va a tener quien lo sustente, pues se educa sólo para utilizar mejor los bienes de que disfruta.

La educación para Ia producción es, naturalmente, más exigente. Porque si no es eficiente habrá destruído su objetivo y, lo que es más grave, habrá transformado al educando en un miembro pasivo, en lugar de activo, de Ia sociedad; Ia cual, al invertir en él sus recursos, lo hizo con Ia idea de recuperarlos con beneficio, pues por esto y sólo por esto pudo aplicar en su educación los dineros públicos.

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